Una vez conquistada América del Sur por España, era necesario tener una unidad,
en principio a nivel lingüístico, con lo que se establecerá el castellano como
la lengua oficial, teniendo su comienzo en el idioma oficial de la
administración.
Parece lógico hoy en día que esto sucediera así, pero se ha de tener en cuenta que la situación de la Monarquía Hispánica de los siglos XVI y XVII, era de una multiculturalidad abrumadora, tanto a nivel étnico, como lingüístico, de hecho en todos y cada uno de los territorios las órdenes reales llegaban escritas en el idioma nativo del lugar, por ejemplo en las propiedades italianas, éstas llegaban en italiano. Pero este no era el caso de Las Indias, al considerarse como parte del Reino de Castilla, de hecho en ningún documento de la época aparece la expresión “Colonias de América”, pero sin embargo si aparece “Reino de Indias”. Es por esto que al considerarse una extensión de la propia Castilla, muchas de las instituciones de gobierno actuaban bajo un patrón claramente castellano.
El sistema fiscal que allí se implantó era muy parecido al que existía ya en Castilla desde hacía siglos: la recaudación de la alcabala. Éste era un impuesto ya existente en Castilla desde el siglo XIV. La alcabala fue implantada por vez primera en 1574, en el virreinato de Nueva España, siendo virrey Martín Enríquez de Almansa. En 1591, pasó a cobrarse en el virreinato del Perú, lo que obligó al virrey García Hurtado de Mendoza a enfrentarse en los dos años siguientes a una rebelión en contra de su imposición conocida como motín (o revolución) de las alcabalas.
Aparecen figuras de gobierno, como puede ser la figura del corregidor (Alcalde Mayor), funcionario real cuya misión era representar a la Corona de Castilla a nivel municipal. Sus funciones eran tales como representar a la monarquía a nivel local, a gestionar el desarrollo económico y administrativo de los municipios, presidir los ayuntamientos e incluso a ser juez en primera o segunda instancia. En algunos casos el corregidor podía ser o bien de las altas esferas de Castilla o incluso también podía ser un indígena de la zona, ya que no hay mejor manera de controlar las masas que conociéndola al detalle. Éste personaje era elevado en la escala social y tenía privilegios sobre los demás indígenas.
Aparecen también los ayuntamientos, las audiencias, y los virreinatos. Las audiencias actuaban de forma independiente con respecto al virreinato, velando por la cumplimiento del derecho, la protección de los gobernados, y la aplicación de la justicia en el continente, aunque no fuera siempre así.
Los virreinatos fueron la institución americana por excelencia. Los dos virreinatos más importantes que se crearon en un principio fueron el virreinato de Nueva España (1535-1821),que en un comienzo abarcaba desde Norteamérica hasta Costa Rica y Filipinas, y el Virreinato de Perú (1542-1824) el cual abarcaba todo el cono sur y algunas regiones de centroamérica .
Para poder optar al cargo de virrey se debe pertenecer a la alta aristocracia castellana, y como era habitual por aquella época, ser del agrado del rey.
Este mandato, en un principio duraba seis años, pero poco después se rebajó a tres años. El hecho por el cual no era un cargo vitalicio pudo ser por el temor de una posible rebelión independentista del territorio contra la polis principal, o también podía ser para no crear un mandatario dictatorial.
Al final de su mandato, éste era sometido una inspección por parte de la corona, y así a tener que rendir cuentas de su gestión. Esto era conocido como “Las visitas y juicios de residencia”.
Explotación de los recursos americanos
De sobra son sabidos los motivos por lo cual España inició la colonización de América. Uno de los principales era la importancia de los recursos naturales existentes en el Nuevo Mundo.
Así en grandes rasgos podemos dividirlos en tres apartados: La minería, la agricultura y el comercio.
La minería: Podemos dividir este apartado en dos fases:
1.Fase inmediata a la conquista (1492 -1545): Existe una depredación masiva por parte de los españoles del oro reunido por los indígenas durante siglos, a través del pillaje o del trueque. Éste era obtenido en una cantidad limitada, ya que solían ser objetos de ornamento, objetos de ritos funerarios, etc..., aunque también era obtenido de las minas, para lo que se usaba la población indígena de una manera abusiva, teniendo esto unos resultados desastrosos y desiguales.
Entre los españoles comienzan a surgir las ideas de mitos como puede ser la búsqueda de El Dorado, dando así a los indígenas la visión de la inagotable sed de oro de los europeos.
2.Fase de Colonización (desde 1545). Descubrimiento y explotación de grandes minas, como pueden ser las de Potosí (en 1545, actual Bolivia), en el antiguo Virreinato del Perú, y la de Zacatecas (en 1546, actual México), en el antiguo Virreinato de Nueva España. Los metales preciosos son una de las principales causas del impulso de la Carrera de las Indias, debido entre otros, al elevado valor de estos, en relación a su peso y a su carácter imperecedero.
La Corona recibía, entre otros, unos impuestos sobre la cantidad de oro llegado de América, más concretamente una quinta parte de todo (El Quinto Real), lo que proporcionó un elevado nivel económico en la península, todo ello sin contar el oro que entraba de forma “particular” o de contrabando.
En el siguiente mural realizado por Diego Rivera, el cual se halla actualmente, junto con muchos otros murales que explican la historia precolombina de la ciudad y tras la conquista, en el Palacio Nacional de México D.F., situado al lado del zócalo de la ciudad, podemos observar como los indígenas se encargan del Quinto de la Corona española.
Sin duda el hallazgo de estos metales, tales como la plata o el oro fueron un foco constante de atracción para aquellos que buscaban fortuna en Las Indias.
Esto provocó una serie de problemas, como por ejemplo la falta de mano de obra, la cual logró solucionarse de una manera activa. La idea era traer mano indígena de obra bien remunerada desde Nueva España.
Esto se realizó de este modo en el Virreinato del Perú. Allí se impuso de una forma mucho más rigurosa el trabajo a través de la mita (del quechua ”turnos de trabajo o estación del año), cosa que aprovecharon los españoles.
Otro problema que debía sumarse era la difícil excavación y el costoso utillaje necesario para la obtención de estos metales. Esto pudo contrarrestarse con la mano de los expertos en minera alemanes.
La Corona permitió la producción de metal de forma privada, eso sí, permitiendo la explotación de los indígenas a cambio del Quinto Real correspondiente. Todo esto provocó un incremento de los precios en la península y a su vez hizo que el capital se fuera a los grandes centros financieros de Europa.
En el tema de la agricultura hay que destacar el reparto de tierras, ya que le hecho de la conquista y colonización dio lugar a una nueva reestructuración del sistema económico indígena, el cual se adaptó al sistema económico europeo.
Toda la tierra era propiedad de la Corona, pero está podía cederlo a particulares a modo de agradecimiento por la ayuda prestada durante la Conquista.
Hasta 1535 las divisiones de tierra eran hechas por un cabildo, el cual divide el terreno dentro y en torno a la ciudad pertinente.
Desde 1535 está totalmente prohibido para los funcionarios el reparto de tierras, de hecho Las Mercedes (concesión de un premio como reconocimiento de los méritos de alguna clase) las concedían el virrey y la audiencia, en un intento de homogeneizar los criterios de concesión.
A partir de las Nuevas Leyes en 1542 las comunidades indígenas tienen derecho a conservar sus tierras para así asegurar la reproducción de la mano de obra.
Es a partir de la segunda mitad del siglo XVI cuando los españoles solicitan nuevas Mercedes en forma de tierras. Esto se produjo a través de la concesión y/o compra de dichas tierras (aparición de Hacienda), una unidad demográfica, económica y social en la que se plasmaron los caracteres de la sociedad de la época.
El comercio, es uno de los temas más importantes a tratar, ya que es uno de los pilares básicos en lo que economía española de la época se refiere.
Debemos mencionar “La carrera de Las Indias”, la cual era la ruta establecida entre los territorios de la monarquía hispánica y Las Indias, a través del Atlántico. Por ella pasaban los galeones españoles, los cuales se podían denominar, “La Flota de Indias”, que llenaba anualmente las arcas del estado castellano con los metales preciosos traídos de allí, hasta el puerto de Sevilla, eso sí todo ello regulado por “La casa de contratación de Sevilla”, ciudad la cual comentaremos detenidamente un poco más adelante, con la intención de controlar las riquezas del Nuevo Mundo, y abastecerlo de productos manufacturados, a través de los monopolios.
Como hemos dicho todo el comercio estaba centrado en la capital hispalense. Para hacernos una idea del ambiente que allí había, debemos imaginarnos la ciudad como antes era.
Sevilla estaba unida con el famoso Barrio de Triana mediante un puente formado por trece barcas, amarradas entre sí, y ancladas al fondo del río. Por su sólida pasarela de tablones de roble había un constante ir y venir de transeúntes, carrozas y carromatos.
En la orilla de Triana los calafates (o carpinteros de riberas) cerraban las junturas de las naves con brea y estopa. También se realizaban otras reparaciones en los navíos de Las Indias, pero no se construían allí, a causa de la escasez y mala calidad de la madera de la zona.
Fuera de las murallas de Sevilla, extendiéndose sobre el Arenal, se desarrollaron varios arrabales. En el de Carretería se concentraban los fabricantes de toneles, y en de la Cestería los que hacían las jarcias y la estopa para el calafateado de los buques.
El Arenal era una gran explanada de aspecto descuidado. En su centro había un pequeño puente para franquear una corriente, la cual servía para encauzarlas periódicas inundaciones de la zona. En lugar de muelles contaba con embarcaderos. Acogía gente de todas clases: mercaderes, hidalgos, soldados, aguadores, carreteros, moros de las galeras, mulatas, etc.…, eso en cierta manera lo hacía un lugar propicio para los robos, las reyertas, e incluso los encuentros galantes.
La travesía por el Guadalquivir, poco profundo en muchos puntos, resultaba difícil para los pesados navíos de la Carrera de Indias. Había galeras de remolque que ayudaban a los galeones a franquear los pasos más difíciles y llegar a puerto en condiciones óptimas.
Entre la Torre del Oro y la puerta de Triana se alzaban casetillas para almacenar lo productos llegados a puerto, o también aquellos que eran exportados, tales como por ejemplo aceitunas del Aljarafe, arados y machetes vizcaínos, sombreros portugueses, gorras de Toledo, peines de París, etc…
Como ya mencionamos, el comercio estaba centralizado y en parte controlado en Sevilla, sin embargo en América el comercio estaba controlado por los consulados de México y de Lima, que a su vez también controlaban las ferias de Vera Cruz y Porto Bello. Era desde las ferias desde donde se distribuían las mercancías por los virreinatos.
Se empezó a usar el sistema de flotas regulados por convoys, con salida desde Sevilla en Marzo y Septiembre. Estos barcos están protegidos por barcos de guerra, por los cuales los mercaderes que necesitaran de sus servicios debían pagar unos impuestos.
A su llegada a La Habana, una parte de la flota se dirige a Veracruz, y la otra a Porto Bello.
Este sistema de seguridad naval fue bastante seguro, ya que durante unos trescientos años de existencia, sólo en cuatro ocasiones los barcos fueron tomados, una de ella por los holandeses en 1628, y otras tres por los ingleses, en 1656, 1657 y 1702. Otras tres veces fueron destruidos, pero en este caso por tormentas (1621) y por los huracanes del Caribe (1725 y 1733).
Para esta red comercial no todo era positivo, ya que esto también traía consigo ciertos inconvenientes, por ejemplo, al estar tan regulado este sistema, en cierta manera se favorecía al contrabando.
Otro problema a tener en cuenta sería la negativa por parte de las demás potencias europeas, con lo que conllevaría, entre otras cosas, el refuerzo de las naves en época de guerra.
Este sistema de comercio impedía el desarrollo de las manufacturas de Las Indias, lo que empujaba a la dependencia de la adquisición de productos ingleses, franceses u holandeses.
También era bastante notable la manera tan desproporcionada en la que se encarecían los productos que llegaban a la costa.
Debemos mencionar también, por su importancia y su trascendencia posterior el Galeón de Manila, el cual fue la prolongación en el Pacífico de la Flota de la Nueva España, con la que estaba interrelacionado.
La conquista y colonización de Filipinas y el posterior descubrimiento de la ruta marítima que conectaba dicho archipiélago con América permitieron realizar el viejo sueño colombino de conectar con el mundo asiático para realizar un comercio lucrativo.
El Galeón de Manila fue un galeón de unas 500 a 1.500 toneladas, aunque alguna vez fueron dos galeones, que hacía la ruta Manila-Acapulco transportando una mercancía de gran valor. Su primer viaje se realizó el año 1565 y el último en 1821.
La embarcación se construía por regla general en Filipinas (Bagatao) o en México (Autlán, Jalisco). Al mando de ella estaba un comandante o general el cual llevaba una dotación de soldados. Solía viajar también un gran número de pasajeros, que podían ayudar en la defensa. En total iban unas 250 personas a bordo.
La ruta era larga y compleja. Desde Acapulco ponía rumbo al sur y luego hacia el oeste hasta las Marianas, de aquí a Cavite, en Filipinas. En total cubría 2.200 leguas a lo largo de 50 a 60 días. El tornaviaje se hacía rumbo al Japón, para coger la corriente del Kuro Shivo, pero en el año 1596 los japoneses capturaron dicho galeón y se aconsejó un cambio de itinerario, eso sí con especial atención en poder salir Manila en julio o como mucho en agosto, ya que después de este mes era imposible realizar la travesía, con lo cual había que retrasarla travesía durante un año. El tornaviaje tardaba unos cinco o seis meses y por eso la llegada a Acapulco se efectuaba en diciembre o enero, aunque se intentó sostener una periodicidad anual, fue imposible de lograr.
El éxito del Galeón de Manila era la plata mexicana, que tenía un precio muy alto en Asia, ya que el coeficiente bimetálico existente la favorecía en relación al oro. Digamos que en Asia la plata era más escasa que en Europa. Esto permitía comprar con ella casi todos los artículos suntuosos fabricados en Asia, a un precio muy barato y venderlos luego en América y en Europa con un inmenso margen de ganancia (fácilmente superior al 300 por 100).
Los terminales de Manila y Acapulco constituyeron en su tiempo los emporios comerciales de los artículos exóticos y sus ferias fueron más pintorescas que ninguna. En Manila se cargaban bellísimos marfiles y piedras preciosas hindúes, sedas y porcelanas china, clavo de las Molucas, canela de Ceilán, alcanfor de Borneo, jengibre de Malabar, damascos, lacas, tibores, tapices, perfumes, etcétera. La feria de Acapulco se reglamentó en 1579 y duraba un mes por lo regular. En ella se vendían los géneros orientales y se cargaba cacao, vainilla, tintes, zarzaparrilla, cueros y, sobre todo, la plata mexicana contante y sonante que hacía posible todo aquel milagro comercial.
La mercancía introducida en América por el Galeón de Manila terminó con la producción mexicana de seda y estuvo a punto de dislocar el circuito comercial del Pacífico. La refinadísima sociedad peruana demandó pronto las sedas, perfumes y porcelanas chinas, ofreciendo comprarlas con plata potosina y los comerciantes limeños decidieron librar una batalla para hacerse con el negocio. A partir de 1581 enviaron directamente buques hacia Filipinas. Se alarmaron entonces los comerciantes sevillanos, que temieron una fuga de plata peruana al Oriente y en 1587 la Corona prohibió esta relación comercial directa con Asia. Quedó entonces el recurso de hacerla a través de Acapulco, pero también esto se frustró, pues los negociantes sevillanos lograron en 1591 que la Corona prohibiera el comercio entre ambos virreinatos.
Naturalmente los circuitos comerciales no se destruyen a base de prohibiciones y el negocio siguió, pero por vía ilícita. A fines del siglo XVI México y Perú intercambiaban casi tres millones de pesos anuales y a principios de la centuria siguiente el Cabildo de la capital mexicana calculaba que salían de Acapulco para Filipinas casi cinco millones de pesos, parte de los cuales venía del Perú. Esto volvió a poner en guardia a los defensores del monopolio sevillano, que lograron imponer restricciones al comercio con Filipinas. A partir de entonces se estipuló que las importaciones chinas no excediesen los 250.000 pesos anuales y los pagos en plata efectuados en Manila fuesen inferiores a medio millón de pesos por año. Todo esto fueron incentivos para el contrabando, que siguió aumentando. En 1631 y 1634 la monarquía reiteró la prohibición de 1591 de traficar entre México y Perú, cosa que por lo visto habían olvidado todos. Hubo entonces que recurrir a utilizar los puertos intermedios del litoral pacífico, como los centroamericanos de Acajutia y Realejo, desde donde se surtía cacao de Soconusco a Acapulco, de brea al Perú y de mulas (de la Cholulteca hondureña), zarzaparrilla, añil, vainilla y tintes a Panamá, lo que encubría en realidad el tráfico ilegal entre los dos virreinatos.
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